Los Antonelli, arquitectos de Gatteo - La Medida de El Dorado. Vida y empresas de emiliano-romañolos en las Américas
Juan Bautista Antonelli
Peñíscola, castillo: puerta de Felipe II. (L.A. Maggiorotti) Juan Bautista Antonelli [1527-1588]
Bautista Antonelli
Castillo de Los Tres Reyes del Morro, el faro Bautista Antonelli
[1547-1616]
Cristóbal de Roda Antonelli
Cartagena de Indias. Aspectos de las murallas. (Archivo Graziano Gasparini) Cristóbal de Roda Antonelli [1560-1631]
Juan Bautista Antonelli (El Mozo)
Castillo de Araya, Cumaná (Venezuela). Detalles. (Archivo Graziano Gasparini) Juan Bautista Antonelli
(El Mozo)

[1585-1649]
Los Garavelli Antonelli
Alicante, castillo de Santa Bárbara del 1562 de Juan Bautista Antonelli Los Garavelli Antonelli
Cristóbal [1550-1608]
Francisco [1557-1593]
 
Inicio de los contenidos de la página

Juan Bautista Antonelli “El  Mozo”

 

Madrid 1585 - Cartagena de Indias 1649


El hombre de Araya


De los seis personajes vinculados por parentesco al apellido Antonelli, mencionados y estudiados en el presente trabajo, el único que nació en España fue Juan Bautista Antonelli, hijo de Bautista Antonelli y de María de Torres su esposa española. Juan Bautista Antonelli, en varios documentos identificado como “el mozo” a fin de evitar confusión con la repetición del nombre, nació en Madrid en el año de 1585, un año antes del viaje que Bautista, su padre, realizó al Caribe en 1586. Hasta la edad de 19 años casi no tuvo contactos con su padre y, seguramente, sólo pudo estar con él en 1588 (tenía tres años) cuando Bautista y Juan de Tejeda, gobernador de Cuba, regresaron a Madrid para tratar múltiples puntos del proyecto defensivo del Caribe. En 1589, Bautista Antonelli padre, regresó a Cuba y no fue sino quince años más tarde, en 1604, cuando viajó nuevamente a Madrid. Para ese momento Juan Bautista tenía 19 años, es decir, una edad bastante madura como para acompañar a su padre al Caribe. Fue el viaje que los llevó a inspeccionar las salinas de Araya, cuya relación detallada y interesante aparece en el Apéndice. (Doc. N° 36)
La visita a Venezuela, en Araya, Cumaná y la isla de Margarita fue relativamente corta; de allí siguieron hacia Cuba donde Cristóbal de Roda Antonelli estaba al frente de las fortificaciones desde 1594. En La Habana, Bautista Antonelli padre se separó de su hijo Juan Bautista quien, desde ese momento, quedó al lado de su primo Cristóbal de Roda. Roda era 24 años mayor que Juan Bautista, lo cual le asigna una edad de 43 años al momento de encargarse de su primo Juan Bautista “el mozo” que contaba con 19. Cabe otra observación: la relación familiar entre Juan Bautista Antonelli y su primo Cristóbal de Roda se fortaleció con los años y cuando Roda fue trasladado a la ciudad de Cartagena de Indias en 1608, Juan Bautista lo acompañó a su nuevo destino y a su lado estuvo hasta 1622 cuando marchó a las salinas de Araya para hacerse cargo de la construcción del castillo. Fueron 18 años de entendimiento, colaboración y amistad arraigada en un afecto familiar mucho más sólido del que tuvo con su progenitor. Cuando Bautista Antonelli murió en Madrid el año de 1616, dejó todos sus bienes a los Carmelitas Descalzos y a los pobres de Gatteo, su pueblo natal. Su hijo Juan Bautista, único heredero, ni siquiera se menciona en los documentos que reparten la herencia. De ahí la protesta de Juan Bautista para anular el testamento y la confirmación de la débil y distanciada relación afectiva que tuvo que existir entre padre y hijo.
Instalado en Cartagena de Indias, Juan Bautista Antonelli trabajó al lado de su primo Cristóbal de Roda en las fortificaciones de las murallas, en los baluartes y en el Frente de tierra de la ciudad.
En 1610 viajó a España para informar a la corte del estado de las obras y, en 1618, repitió el mismo viaje para informar de los daños ocasionados por un fuerte huracán. Los daños fueron cuantiosos en las murallas y baluartes de la costa debido a los socavones producidos por el embate de las olas; además, varias zonas de la ciudad fueron anegadas causando daños en viviendas y depósitos.
En 1622 fue a la península de Araya, en Venezuela, para iniciar la construcción del castillo que iba a eliminar el robo de la sal que de manera descarada, pero muy organizada, los holandeses llevaban a cabo todos los años. Permaneció por ocho años seguidos al frente de los trabajos, hasta 1630, cuando el gobernador de Cumaná, Cristóbal de Eguino, lo envió a Madrid para informar al rey y a la Junta de Guerra de todas las obras realizadas y a punto de terminarse. Su dedicación fue alabada y, en premio, se le ofreció “tenerle presente para la plaza de Cristóbal Roda en Cartagena, cuando vacase”. La Junta le solicitó regresar a Araya para finiquitar los trabajos y, además, se le ordenó pasar primero por San Juan de Puerto Rico a fin de “disponer lo conveniente para su defensa”.
En Puerto Rico estuvo unos cuantos meses en el Morro, modificando la Puntilla y construyendo nuevas plataformas. Satisfecho con las intervenciones de Juan Bautista, el gobernador Henrique Henríquez le pidió que antes de regresar a Cumaná-Araya viajase nuevamente a Madrid para explicar las nuevas trazas que había delineado. Al llegar a la península se enteró de la muerte de su primo Cristóbal de Roda, acaecida el 25 de abril de 1631. Cumpliendo con lo ofrecido, el rey le confirió el título de Ingeniero Militar de Indias (Doc. Nº 72) con sede en Cartagena y con el sueldo de mil ducados anuales, lo mismo que devengaba su primo Cristóbal de Roda.
Para el mes de agosto de 1633 se encontraba nuevamente en Araya y pocos meses después en Cartagena de Indias. En 1635 viajó a Puerto Rico donde inspeccionó y ordenó modificaciones en las fortificaciones de la ciudad y de la bahía. De todo ello informó al rey en carta del 19 de agosto de 1636. De Puerto Rico siguió para Cuba donde, en su calidad de Ingeniero Militar de Indias, “corrigió, reparó y aumentó sus fuerzas” tanto en La Habana como en Santiago.
Los últimos diez años de su vida los dedicó a las fortificaciones de Cartagena de Indias y Portobelo. En 1645 estaba construyendo el baluarte de Santa Catalina que, juntamente al de San Lucas, formaba el Frente de tierra de la ciudad amurallada.
En diciembre de 1649 dejó de existir en esa misma ciudad y con su desaparición también se extinguió el apellido de los Antonelli en América, todos oriundos de Gatteo, en Italia, menos el último que había nacido en Madrid.
Cuarenta y cinco años al servicio de la Corona española, siempre en el área del Caribe y con especial dedicación a Cuba, Cartagena, Portobelo y Araya, hacen de Juan Bautista Antonelli la figura que cierra con broche de oro las actividades de una familia que a lo largo de noventa años (1559-1649) se dedicó a fortificar los puntos neurálgicos de los dominios españoles en América, África y España. Si Cristóbal de Roda Antonelli fue el hombre de Cartagena, su primo Juan Bautista Antonelli puede ser considerado el hombre de Araya, puesto que estuvo al frente de las obras por casi diez años. Lástima que el castillo fuera volado en 1762 por los propios españoles cuando se consideró inútil su costoso mantenimiento desde que la producción de la sal con sistemas artificiales acabó con el obsoleto control de las salinas naturales.
Juan Bautista continuó la preferencia formal irregular ya experimentada en intervenciones anteriores por otros de sus familiares. Tales preferencias, que comenzaron a manifestarse con el fuerte de Mazalquivir (1574), se mantienen hasta el castillo de Araya y se perciben también en obras en las que más prevaleció la influencia de las trazas antonellianas que la presencia física de ellos. Es el caso del Morro de San Juan de Puerto Rico y del San Pedro de las Rocas de Santiago que, desde los dos grandes baluartes emplazados en lo más alto del cerro, va bajando con una secuencia de volúmenes escalonados hasta el mar.
No tenemos una relación detallada del seguimiento que los Antonelli mantuvieron en obras como Santiago, Puerto Rico, San Juan de Ulúa y otras. La cantidad de inspecciones y de construcciones obligaban a constantes desplazamientos y limitaban las residencias de varios años en un mismo sitio como las de Cristóbal de Roda en Cartagena o la de Juan Bautista “el mozo” en Araya. Tal limitación, sin embargo, no pudo evitar la personalidad familiar que, en casi todas las obras, se manifiesta con un sello bien identificable.